M (riendo, nuevamente de buen humor. Decidí no volver a mencionar a Arthur Miller): No. Para un viaje en taxi, nada más.
TC: ¿Adónde vamos, a Hollywood?
M: Diablos, no. A un lugar que me gusta. Ya verás cuando lleguemos.
(No tuve que esperar tanto, pues no bien subimos al taxi, oí que le decía que nos llevara al muelle de la calle South, y pensé: “¿No es allí donde se toma el ferry para Staten Island?”. Y mi conjetura fue: tomó píldoras además del champagne, y está loca ahora.)
TC: Espero que no vayamos a tomar un barco. No llevo dramamine encima.
M (feliz, riendo): Vamos al muelle, nada más.
TC: ¿Puedo preguntar por qué?
M: Me gusta. Huele a otro país, y puedo dar de comer a las gaviotas.
TC: ¿Qué les darás? No tienes nada.
M: Sí, tengo la cartera llena de bizcochitos chinos. Los robé del restaurante.
TC (haciendo una broma): Sí, sí. Mientras estabas en el baño abrí uno, y el papelito de adentro era un chiste verde.
M: Por Dios. ¿Obscenidades en vez del porvenir?
TC: Seguro que a las gaviotas no les importará.

(Apoyada contra un poste de amarras, la observé, de perfil: Galatea oteando las distancias no conquistadas. La brisa le esponjaba el pelo. Volvió la cabeza hacia mí con gracia etérea, como si la hiciera girar la brisa.)
TC: ¿Cuándo alimentamos los pájaros? Yo también tengo hambre. Es tarde, y no almorzamos.
M: Recuerda, te dije que si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era, en realidad, Marilyn Monroe, ¿cómo contestarías esa pregunta? (Su tono era juguetón, burlón, sin embargo sincero al mismo tiempo: quería una respuesta honesta): Apuesto a que dirías que era una palurda.
TC: Por supuesto, pero también les diría…
(Ya se iba la luz. Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y las nubes, retroceder y ocultarse detrás. Yo quería alzar la voz por encima de los gritos de las gaviotas y preguntarle: “Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo que salir así? ¿Por qué es una mierda esta vida?”)
TC: Yo diría…
M: No te oigo.
TC: Diría que eres una hermosa niña.
La imagen que Marilyn ha dejado de sí misma esconde un alma que pocos sospechaban. De gran belleza, es un alma que la psicología barata calificaría de neurótica, como se puede calificar de neurótico a todo el que piensa demasiado, a todo el que ama demasiado, a todo el que siente demasiado.
1 comentario:
bella Marilyn ... y a la vez triste.
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