"Me quedaré mientras eso te haga feliz, todo el tiempo que eso sea lo mejor para tí"

21 septiembre, 2010

Posibilidades ficticias



Es triste, muy triste, demasiado triste...

Triste de una manera que tú no puedes entender. Y yo no he venido aquí a explicarme, ¿sabes? Esto es solo algo que necesitaba hacer, que tenía que decir.

Es esa sensación. Esa sensación de estar vagando por la ciudad de noche, sabiendo que tienes todo a tu alcance y todas esas oportunidades en el bolsillo, de contar bajo la luz de una farola las ganas que te rompen por dentro y te empujan a caminar cada vez más rápido. Entonces te das cuenta de que algo no va bien porque no te sientes como deberías estar sintiéndote. Eres joven, libre y tienes el tiempo y el dinero suficientes para quemar la ciudad. No te falta nada, piensas… y es cierto: lo que te falta es alguien.

Por eso sigues caminando, mirando hacia todas las direcciones, tentando a la suerte. Buscas respuestas positivas, un encuentro de cinco o diez minutos que calme tu necesidad de compañía pero, cuando miras tus pies, comprendes que sigues caminando sola.

Es la soledad, es eso, todo eso. Tan triste que parece doler. Se clava en cada hueso, entre las costillas y atraviesa tejidos hasta llegar al corazón. Y no sabes cómo, ni porqué, solo sabes que está instalada en ti y que no tienes ni idea de cómo sacártela de encima.

Es la soledad del lago congelado cuando los patos ya se han ido. Cuando desaparecieron por completo. Ese frío que te cala hasta los huesos y no ofrece respuestas. Y te sientas, sola y abatida en la orilla de cristal sin saber dónde han ido, si volverán… y no puedes evitar echarles de menos, aunque sepas que, de algún modo, son culpables de tu soledad.

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